¿Por qué la aplicación de alarma por defecto de iOS no te dice cuánto tiempo falta para que suene la alarma?

Apple fue uno de los primeros en adoptar muchos de los nuevos principios de interacción humana con el ordenador que se pusieron en práctica en Xerox-PARC en los años 70 y 80, sobre todo la barra de menú «kilométrica» (el principio de agilizar el uso de los menús con un dispositivo señalador aprovechando las metáforas visuales y los bordes de la pantalla con fines de anclaje) y la idea general de la interfaz WHSIWYG (What You See Is What You Get). Estas ideas fueron muy influyentes, y acabaron conquistando el mercado de los ordenadores personales con el «nuevo» sistema operativo Windows de Bill Gates, precisamente porque eran útiles, prácticas, eficientes, fáciles de aprender e intuitivas para la mayoría de los usuarios.

Desde entonces, sin embargo, Apple ha tenido un largo historial de centrarse más en el estilo que en la función, y de centrarse en el atractivo visual y en los componentes afectivos del diseño de la interfaz (cómo me hace sentir este producto a mí y a los demás), mientras que ha descuidado los principios básicos de la HCI.

Personalmente, creo que el problema subyacente es que abrazaron el «Diseño», en el uso más pretencioso del término, y se olvidaron de diseñar para el usuario principal. Sin embargo, dadas las actitudes y suposiciones de su núcleo demográfico, se podría argumentar que, de hecho, los requisitos principales de sus usuarios principales *son* estéticos y afectivos, es decir, que los usuarios de productos de Apple están más interesados en el aspecto del producto y en lo que dice de ellos a los demás que en cómo (o incluso si) funciona realmente para las funciones básicas (como hacer llamadas telefónicas o gestionar su agenda).

Esa no es necesariamente una actitud irracional, por cierto – muchos productos tienen más que ver con el atractivo snob y la respuesta emocional que con el valor práctico. Pensemos en el papel del reloj de pulsera en la sociedad moderna. Para la mayoría de los usuarios, ha sido relegado a un papel de puro adorno por la omnipresencia de los teléfonos inteligentes, y por lo tanto su valor práctico (decir la hora, la fecha, etc) ha sido en gran medida eclipsado por el atractivo visual y su valor social como una abreviatura de un determinado estatus socioeconómico y sistema de valores culturales.