He trabajado en la industria desde principios de los 80 y he ocupado muchos entornos de trabajo diferentes. La tendencia actual es un espacio común barato y compartido con un montón de gente cerca y cero privacidad. En los peores ejemplos estarás sentado en una mesa plegable junto a un grupo de otros enfermos. En los mejores casos, la empresa ha invertido en algún tipo de mobiliario para el puesto de trabajo y en tabiques bajos que te ofrecen un espacio personal de privacidad nula. La justificación declarada de estas indignidades siempre será el fomento de la «colaboración», pero todo el mundo sabe que se trata de reducir costes.
Una de las desventajas de la programación como profesión es que te pasas gran parte de tu vida en el interior sentado en una silla frente a un monitor. Con el paso de los meses y los años, este confinamiento puede llegar a cansar y mucha gente no lo tolera. Hoy en día existen «escritorios de pie», por lo que puedes tener la opción de adoptar una postura diferente si te apetece, pero los escritorios cuestan dinero y muchas empresas no lo pagan.
El mejor entorno, el más premium, es por supuesto una oficina privada con ventana. Yo he tenido unos cuantos de estos y es un gran lujo. Puedes concentrarte en lo que estás haciendo, tienes luz natural y puedes ver el tiempo y sentir cierta conexión con el mundo exterior. A menudo se asignan por antigüedad o rango. A partir de ahí, es posible que te toque un despacho interior compartido con otra persona con la que será mejor que te lleves bien. Pero esos días ya han pasado, el «plan de oficina abierta» es la norma, y la única variación es la distancia de tus compañeros de trabajo en términos de longitud de brazos.